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Crisis del cambio de tripulaciones: algunos Gobiernos empiezan a reaccionar ante la amenaza del caos en el transporte marítimo

30 Jul 2020

A los Gobiernos se les está acabando el tiempo para hacer las excepciones a las restricciones de viaje impuestas a raíz del COVID-19 y los trámites necesarios para los más de 200 000 marinos que aguardan para desembarcar sus buques en distintas partes del mundo y regresar a sus casas.

Desde que los Gobiernos comenzaron a introducir restricciones destinadas a detener la propagación del virus mortal, la gente de mar no ha podido bajar a tierra para descansar y relajarse, recibir tratamiento médico o regresar a casa tras finalizar su contrato. Mientras los Gobiernos echan a otros la culpa de la creciente crisis humanitaria, se está comenzando a percibir la realidad de la necesidad de que estos trabajadores y trabajadoras ejerzan su derecho de “salir de ahí”.

En una entrevista con The Financial Times, el secretario general de la ITF, Stephen Cotton, indicó que después del 16 de junio “no vamos a decirle a la gente de mar que debe permanecer a bordo. Si quieren bajar, los ayudaremos a hacerlo”.

Hasta ahora, los Gobiernos, incluidos los principales “Estados de bandera” que certifican y expiden los permisos a la flota mercante y de cruceros del mundo, han alegado que se trata de un caso de “fuerza mayor”, o han clasificado la pandemia como un acto divino para suspender las reglas marítimas internacionales obligatorias y ampliar los contratos de la gente de mar. El Secretario General de Nautilus, Mark Dickinson, indicó a un panel de alto nivel que esa excusa de los Gobiernos ya no funcionaría más. Señaló que los protocolos elaborados por los sindicatos y los empleadores, y respaldados en mayo por la Organización Marítima Internacional y la Organización Internacional del Trabajo, que forman parte de las Naciones Unidas, suponían que se había dado a los Gobiernos todas las oportunidades para resolver la crisis.

Podría haber importantes consecuencias para el transporte naviero mundial si miles de marinos se negaran a extender sus contratos de empleo y exigieran ser repatriados, sin nuevas tripulaciones que los relevaran. Muchos buques podrían no llegar a cumplir con los niveles de dotación mínimos, motivo por el cual las autoridades portuarias podrían detenerlos o por el cual dejarían de estar cubiertos por P&I. Esto sería catastrófico para las rutas comerciales a escala mundial y para los miles de millones de consumidores que dependen de ellas.

 

Canadá y Hong Kong marcan el camino

Algunos países están comenzando a entender la gravedad de la situación y están haciendo los cambios necesarios. En una entrevista con Sam Chambers, de Splash247, el coordinador de la ITF en Canadá, Peter Lehay, señaló que Canadá ha empezado a posicionarse como centro para el cambio de tripulaciones.

La ITF ha estado trabajando con la Cámara Naviera de Canadá y con el Ministerio de Transporte de Canadá en la elaboración de nuevos protocolos relacionados con el COVID-19 a fin de que la gente de mar pueda “trasladarse desde y hacia los aeropuertos, hoteles y buques”. Un aspecto fundamental es que a la tripulación que deje un buque no se le exigirán visados ni cuarentena en su paso por Canadá, mientras que tampoco será preciso que la tripulación de relevo sea puesta en cuarentena durante su desplazamiento hasta el buque. La gente de mar oriunda de países que aún requieren de visado podrá solicitarlo en línea y recibir la confirmación por correo electrónico.

Excepciones pragmáticas como las de Canadá podrían salvar al transporte naviero mundial de quedar paralizado. La semana pasada, Hong Kong introdujo sus propios protocolos destinados a facilitar y apoyar el cambio de tripulaciones. La gente de mar que embarque o desembarque en Hong Kong no deberá permanecer en cuarentena ni obtener permisos especiales. Las autoridades de Hong Kong hacen hincapié en que las compañías navieras o sus agentes deben realizar las gestiones necesarias para que la gente de mar se desplace desde y hacia los buques con la menor interacción posible con la comunidad. En el contexto de la inminente contracción comercial causada por esta crisis, un taxi hasta el muelle es un precio muy razonable para mantener a los buques del mundo en movimiento.

 

El síntoma de un sistema fallido

La crisis ha demostrado hasta qué punto está fragmentado y es defectuoso el sistema de transporte naviero internacional. Hay Estados de bandera que no pueden, o no quieren, repatriar a la gente de mar. Hay “países proveedores de mano de obra” de donde proviene la mayoría de la gente de mar a escala mundial, cuyos Gobiernos se niegan a dejarlos regresar a casa. Y después están los poderosos Estados rectores de puertos, que aceptan de buen grado la circulación de mercancías que beneficia a sus economías y comunidades, pero se quedan cortos a la hora de ayudar a la gente de mar a ser relevada y enviada a casa después de pasar meses en esos buques.

Entre los Estados de bandera, Chipre ha anunciado sus protocolos especiales para el cambio de tripulaciones. La viceministra de Transporte Marítimo, Natasa Pilides, escribió que “facilitar los cambios de tripulaciones es fundamental para proteger el bienestar de la gente de mar y el comercio internacional. El transporte de mercancías esenciales a la gente que las necesita es ahora más importante que nunca”.

En los países proveedores de mano de obra, el Departamento de Asuntos Exteriores de las Filipinas advierte que “se prevé que hasta 35 000 marinos filipinos regresen a casa tras ser desplazados por una nueva pandemia del coronavirus”. El país ha intentado restringir el número de repatriaciones diarias, y mucha gente de mar filipina se encuentra aún varada en buques crucero en la bahía de Manila sin poder desembarcar.

Y en materia de Estados rectores de puertos, en Europa, la Asociación de Sindicatos Británicos (TUC, por su sigla en inglés) ha exhortado al Gobierno de Boris Johnson a que haga presión para que se realicen cambios de tripulaciones en todo el mundo. La directora de la TUC, Frances O’Grady, dijo que su país debería “encabezar la iniciativa internacional para facilitar los cambios de tripulaciones y crear “corredores seguros” que permitan la libre circulación de la gente de mar”.

“La gente de mar desempeña una función esencial en las redes del comercio mundial, mantiene en funcionamiento nuestras economías y entrega artículos esenciales”, señaló. “Estas personas deberían ser reconocidas como trabajadores esenciales y recibir la remuneración y el apoyo que precisan. Pero en vez de eso, miles de ellas se encuentran varadas en el mar y en los puertos. Si no se adoptan medidas, esta crisis socavará nuestras cadenas de suministro fundamentales y dañará la recuperación económica del Reino Unido”.

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